Hola de nuevo. Ha pasado algun tiempo desde mi mail anterior, asi que me disculpo ante todos quienes esperaban ansiosamente el siguiente capitulo de la emocionante saga "Un chileno en Japon". Pero, como todos saben, vinimos a trabajar, no a escribir mails, y eso estuve haciendo. Un poco. Ok. No entremos en detalles.
Es natural sentir curiosidad por la forma de vivir de los japoneses, como ha sido esto del "shock cultural" que le dicen, y los peque~nos detalles del diario vivir.
Nada de eso viene en este mail, lo siento. Como quiero ser ordenado en mi relato, es mi deber seguir donde termino el capitulo anterior (ignorando la interrupcion de A. Nonimo, por supuesto), es decir, conmigo arrastrandome en el suelo, y esperando la ambulancia. Asi que veamos como fue esa experiencia de hospital. Respiren hondo, porque es un capitulo largo. Tan largo, que lo separe en dos sub-partes.
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Capitulo 2. Historias de hospital (Primera parte).
Como sabemos, estuve mucho rato esperando que alguien me socorriera, y despues, que la ambulancia llegara. Es bastante angustiante sentir que la espalda le duele a uno, al punto de dejarlo postrado. Como soy un neurotico, pensaba naturalmente lo peor, y lo peor seria que tuviera una lesion importante, que significara operacion y una penosa recuperacion, si es que. Y me decia a mi mismo que este era un castigo divino por no colaborar este a~no con la Teleton. Por otro lado, mientras miraba el mundo desde el suelo, me venian a la mente imagenes de proceres como Christopher Reeves o Wendy, que habian sufrido los rigores de la invalidez antes que yo y habian salido adelante. Quien era yo para no seguir su ejemplo? Para que junte todas las laminas del album de Superman I y II? Asi que tenia que ser optimista.
Cuando por fin llego la ambulancia, me llevaron a un hospital de emergencia. La radiografia mostro que dos vertebras lumbares estaban demasiado cerca, y eso habia producido el dolor. Asi que recomendacion: descanso. Por suerte, la espina dorsal no estaba comprometida, asi que invalido no iba a quedar. Uf! Un gran Uf!
Como de todos modos no podia mantenerme sentado, y estaba viviendo solo (Jacqueline y Alejandro llegarian dias despues), me mandaron a un hospital no de emergencia, para recuperarme. Esto iba a ser bastante complicado, porque el doctor y las enfermeras hablaban muy poco ingles, y yo muy poco japones, asi que nos entendiamos como podiamos. En este punto, Hada y su se~nora, a quien conoci en la sala de emergencias, fueron de gran ayuda, porque eran mi unico puente de comunicacion con el staff del hospital.
Capitulo aparte merece la se~nora de Hada, Jessica, que resulto una persona muy agradable, y mas encima le habia pasado *exactamente* lo mismo que a mi, hacia varios a~nos. En su caso, simplemente tosio (que ridiculo!) y le vino este dolor a la espalda, cayo al suelo, se tuvo que arrastrar por el suelo, estaba sola... ya sabemos la historia.
Pero, a pesar de la ayuda de ellos, naturalmente los primeros dias los tuve que pasar solo como una ostra en el hospital. Sin television, sin computador, sin radio, sin familia y sin amigos (snif!), me pasaba las tardes mirando al techo, solo interrumpido por las enfermeras o personal que llegaban a limpiar la pieza, tomarme la presion y la temperatura, traerme medicinas, ponerme parches anestesicos en la espalda, o traerme la comida.
Y claro, fue el item comida el que me produjo los primeros problemas. Porque en el hospital tuve un verdadero shock de comida japonesa. Y como no podia elegir otra cosa, la situacion era: "O comes, o te mueres". Y tuve que atinar no mas. Por suerte, la gran mayoria de la comida que me sirvieron era comible para mi delicado paladar occidental, pero todo era muy raro. La comida viene distribuida en 3 o 4 platitos, uno con carne con algo, otro con verduritas, otro con una sopita, otro con arroz, de repente pan al desayuno, todo de a poquito, cortado en pedacitos, y con distintos tipos de salsas encima. Mis mayores recuerdos de la comida del hospital es que habia mucha, mucha cebolla (en todos los dias que estuve, nunca hubo una sopa que no tuviera mucha, pero mucha cebolla); que el famoso te oriental esta gente lo prepara *sin azucar*; que el famoso arroz oriental esta gente lo prepara *sin sal*; y que todos los platos vienen a la temperatura justa para que te tengas que apurar si te lo quieres comer caliente. O sea, se come, pero no se disfruta. (Dias despues lamentaria profundamente mi falta de curiosidad. Como no no sabia nada de comida japonesa, y no queria molestar demasiado a las enfermeras, no pregunte nada de como se llamaban las cosas que iba comiendo. Gran error. Estoy seguro de que me hubieran explicado y hubiera aprendido harto.)
El otro gran problema era, por supuesto, el lenguaje. Estar en el hospital en un pais extra~no, donde no entiendes nada de nada de lo que te dicen las enfermeras o el doctor, es raro. Igual me sentia como protagonista de ``El paciente ingles'', o de alguna novela de Hemingway. O por lo menos de M.A.S.H. Eso si, hay algo "embriagador" en esa incomunicacion. Lo digo porque el momento sensual de mi estadia en el hospital fue cuando la dietista, una de las pocas personas que hablaba algo de ingles, fue a preguntarme por el menu que preferia para el dia siguiente. Era timida, y no se atrevia a hablar fuerte. Y ahi estaba yo, postrado, con ella a 10 centimetros de distancia (literalmente), susurrandome (literalmente) el menu, mientras dos enfermeras miraban desde la puerta y riendose de vez en cuando, diciendose algo en japones. Claro, la conversasion no tenia nada de erotico en todo caso, porque la tipa solo queria saber si yo preferia arroz o pan al desayuno, pero la sensacion de harem era inevitable.
Debo decir, en todo caso, que despues de cuatro dias la atencion no es la misma. Por un lado, me obligaron a ser mas independiente, haciendome sentarme en la cama, llevandome al ba~no para afeitarme y cosas asi. Pero ademas ya no le ponian siempre la baranda a la cama, no cerraban siempre la puerta de la habitacion y, sobre todo, ya no me traian las pastillas listas para tomarmelas. Yo mismo tenia que sacarlas del envoltorio. No es injusta la vida? Inevitablemente uno se siente no querido. Aunque vino de nuevo la dietista a susurrarme el menu de los proximos dos dias. Ademas, me di cuenta de que todos los otros pacientes son viejitos viejitos, que parece los traen para pasar el invierno. Y, siendo el unico varon robusto de 80 k (aca, donde todos son menuditos, eso es muy impresionante), ya me siento fuera de contexto. Pero supongo que esto es el inexorable signo del crecimiento. Es como en la casa, cuando la mama deja de hacerle la comida a uno. Lo cual tiene ventajas y desventajas. La comida ya no queda tan rica, pero uno puede empezar a disfrutar de una dieta no saludable.
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Suficiente por hoy? Yo creo que si. No quiero abusar de vuestra paciencia. Revisen su correo. Ya vendra la segunda parte de "Historias de hospital".
Saludos a todos, desde la ciudad de Onojo, prefectura de Fukuoka, isla de Kyushu, Japon (ya se donde vivo!).
Victor