Hola. Ya falta poco para nuestro regreso. Les cuento que, básicamente, nuestro vuelo de regreso está determinado. Salimos el 26 de noviembre de Fukuoka, y llegamos el 4 de diciembre a Chile, a las 9.50am, según nuestro itinerario. Se los cuento para que planifiquen los cortes de tránsito con anticipación. Se preguntarán quizás por qué tanto tiempo entre la salida y la llegada. ¿Que se van a dar un paseito por Europa? Justamente. Bueno, no tanto. Tenemos un amigo en Roma que nos puede alojar 5 días, así que nos aprovecharemos de su hospitalidad. No ha sido fácil organizar este viaje, porque los pasajes de Jacqueline y Alejandro los tengo que pagar yo, pero los míos los tiene que reservar y pagar una determinada agencia de viajes. De hecho, mis pasajes para llegar de Fukuoka a Roma todavía no están completamente listos, y estoy en estos momentos a la espera. Lo único seguro hasta el momento son los vuelos desde Roma a Santiago.

En otro orden de cosas, les cuento que ayer en la noche por primera vez vi béisbol. Bueno, no exactamente. El béisbol es el deporte más popular acá, y todos los días está en televisión. Incluso en agosto fuimos al Fukuoka Dome a ver ganar a "nuestro" equipo, los Hawks. Fue una experiencia muy interesante, pero un poco frustrante porque el partido se terminó de repente según yo, y me demoré como dos días en entender por qué se terminó antes de que terminara la novena entrada. Ignorante.

El hecho es que ahora estamos en la temporada de playoffs, para determinar el campeón de la Liga del Pacífico. Y nuestro equipo, los extraordinarios Hawks de Fukuoka, están ahí, peleando su puesto. Ayer tuvieron una emotiva victoria frente a los Marines de Chiba. Los Marines iban ganando, hasta ayer, 2 encuentros a 1, y si ganaban ayer se quedaban con la serie, pero los Hawks ganaron y todo se decidirá hoy. La verdad es que el béisbol nunca significó mucho para mí, pero los Hawks es uno de los equipos más fuertes de Japón, y es imposible ignorar el fervor ambiente. Y como ayer domingo estábamos temprano en la casa pude ver, por primera vez, un encuentro entero por televisión, decisión que fue premiada por una apretada pero emocionante victoria por 3-2, con alegatos de los entrenadores en la novena entrada, cuando el fin de los Marines ya se veía al alcance, y una quinta entrada de antología, en que nuestro pitcher consiguió el tercer out cuando los Marines tenían hombres en primera y segunda base, y la posición de los Hawks era muy comprometida. Bueno, veremos lo que pasa hoy.

De todos modos, no era de esto de lo que iba a escribir. Ya lo dije antes, me he enamorado de Japón. Parte importante de eso tiene que ver con cómo nos han tratado las personas acá. Y otra parte tiene que ver con los maravillosos lugares que hemos podido conocer. Quizás la ciudad que mejor representa esa maravilla, es Kyoto, y por eso este capítulo está dedicado a ella.

Fukuoka monogatari

Capítulo 20. Kyoto

Kyoto es una ciudad mágica.

La antigua capital imperial guarda su precioso pasado en cada esquina. Cientos de templos, grandes o pequeños, por doquier. Algunos de los templos más importantes de todo Japón se encuentran ahí. Basta alejarse unos pocos metros de las calles principales, donde los automóviles rugen y el bullicio de la población domina, para encontrarse con encantadoras calles adoquinadas, casas sacadas de otra época, y una atmósfera perturbadoramente relajada. Mujeres turistas pagan mucho dinero para vestirse de geishas, fotografiarse, y salir a recorrer Kyoto vestidas así, acaparando miradas y más fotografías de los curiosos a su paso. Y si uno recorre esas mismas calles de noche, y sabe dónde buscar, es posible, muy posible, toparse con una verdadera geisha caminando a su próxima cita.

Todo eso pudimos vivirlo en nuestra visita a Kyoto. En realidad tuve la suerte de ir dos veces. En abril, con toda la familia, mamá incluida, y ahora en septiembre, solo. Y todo se resume en un solo comentario: Qué ciudad más linda.

Varios de sus templos son sencillamente maravillosos. El más famoso seguramente es el Kinkakuji, el Templo de Oro. Indescriptible en su belleza, tanto del edificio como del jardín que lo rodea y lo realza. Supongo que alguna de las muchas fotos que sacamos le hará algo de justicia. El Heian Jingu, enorme, imponente, con cuatro jardines (uno para cada estación del año) que es una delicia recorrer. El Sanjuusangendo, y sus miles de estatuas de guerreros dorados flanquendo a un gran Buda también dorado al centro, dentro de la que es la estructura de madera más larga del mundo. El Fushimi Inari, kilómetros y kilómetros de torii, formando un verdadero túnel rojo que se empina por la montaña; agotador pero impresionante.

Ver todo esto es sobrecogedor a veces, sobre todo al recordar que otras ciudades de Japón fueron literalmente desoladas por los bombardeos norteamericanos en la guerra. Tokyo, Osaka, y otras, tuvieron que ser reconstruidas de las cenizas prácticamente. Pero Kyoto, al lado de Osaka, no sufrió el mismo destino, por suerte. Y se agradece, porque habría sido una gran pérdida para la humanidad deshacerse de una ciudad con tanta historia, tantos recuerdos, y tanta belleza natural y arquitectónica.

La visita en abril coincidió con la primavera y el sakura. Ésos eran al menos los planes iniciales, al fijar la conferencia a la que fuimos a fines de marzo. Pero hizo mucho frío este año, y cuando la conferencia estaba terminando, aún no había sakura, decepcionando a todos los asistentes que esperaban ver a Kyoto en su mejor época. Nosotros, en cambio, como íbamos también de paseo, aprovechamos de quedarnos el fin de semana, y tuvimos la oportunidad de ver algo del esplendor del sakura en la antigua capital imperial. Al lado del río Shirakawa y en los jardines del antiguo Palacio Imperial, sacamos algunas hermosas fotos.

Pero no sólo buscábamos sakura y lugares famosos en Kyoto. También buscamos geishas. Y las encontramos. Primero encontramos maiko-san, aprendizas de geisha (se reconocen por los vestidos, que son mucho más coloridos que los de la geisha). En realidad, probablemente eran turistas vestidas de maiko-san, porque las sorprendimos mirando un mapa. Pero otro día, que fuimos a los barrios de Gion y Pontocho, específicamente para buscar geishas, nuestros esfuerzos fueron recompensados. Estábamos en Pontocho, en una estrecha calle que nos pareció muy bonita para fotografiar, cuando sentimos una especie de cascabel a lo lejos. Entonces la vemos venir: ¡una geisha! Venía acompañada por una señora mayor. Apenas alcanzamos a reaccionar. Jacqueline tenía la cámara apagada, y andaba en bicicleta con Alejandro atrás, así que no podía moverse, y yo tenía la cámara de video apagada también. Pero después que pasó por nuestro lado, yo la seguí. Sin embargo, mi estrategia fue pésima, porque se me pusieron adelante dos personas, que caminaban muy lento, y como la calle era estrecha yo no podía pasar. Fui tonto, en todo caso, porque un gringo pasó corriendo por el lado mío, se hizo paso entre los que me estorbaban a mí, y le tomó una foto a la geisha de frente (ella se dio el tiempo de detenerse para él), segundos antes de que se metiera a una casa de té, para su compromiso de esa noche. Apenas le pude grabar los pies cuando entró a la casa. ¡Qué estupidez! ¡En Kyoto, en Pontocho, esperando justamente para ver una geisha, verla, y no la pude grabar! Frustrado, volví donde estaba Jacqueline. Lamentamos mi mala estrategia, y avanzamos un poco por la calle. Y de repente... ¡otra geisha! Apareció por no sé donde, y caminaba delante de nosotros. Nuevamente corrí para alcanzarla, pero de nuevo se me atravesaron personas en el camino, y de nuevo no le pude grabar sino los pies, antes de que cerrara la puerta tras de sí, luego de subir una escalera. ¡Ahora sí que no lo podía creer! Ver una geisha de verdad es probablemente una experiencia única en la vida, y no la pude grabar. Y ahora me pasan *dos* de esas experiencias únicas, en la misma noche, y no la pude grabar de nuevo. Esto sí que era para depresión. Me recriminé duramente por mi tontera. Por suerte, sin embargo, no fue el final de la historia. Mientras todavía no decidíamos bien si seguir esperando o irnos para la casa, apareció... ¡la primera geisha! Venía de vuelta, seguramente a otra cita. Esta vez, nada se interpondría en mi camino. Con el corazón agitado, encendí la cámara de video, y filmé toda su aproximación hasta nosotros, hasta que pasó por nuestro lado en esa estrecha calle. Y luego la seguí. Decidido a no perder la oportunidad. Largo rato. Cuadras y cuadras. Tratando de registrar todo el detalle, su vestido, sus zapatos, su peinado, la calle por la que caminábamos. No es una grabación profesional, pero es larga, y con eso me quedé tranquilo. Otras turistas iban también siguiéndola, pero eran más bajas que yo, y por lo tanto nunca obstruyeron mi visión. Debo admitir que considero como un pequeño trofeo esta grabación de una verdadera persecusión a la geisha por las calles de Kyoto. ¿Fotos? Una sola, que logró sacar Jacqueline cuando la geisha se venía acercando a nosotros. Como sea, volvimos esa noche felices al hotel, habiendo cumplido nuestro propósito de encontrarnos con una geisha de verdad.

La visita en septiembre, en cambio, fue un poco más reposada, pues ya habíamos visitado la mayoría de los sitios importantes. Un lugar al cual me había quedado con ganas de ir era la ciudad de Uji, cercana a Kyoto, y sede del Templo Byodoin. Este templo es uno de los más famosos de Japón. De hecho, está en el reverso de las monedas de 10 yenes. Cuando vinimos en abril, había una gran foto del Byodoin en la estación, y nos sacamos una foto con esa foto de fondo, pues intuíamos que no tendríamos tiempo de ir. Pero en esta segunda parte, me di el gusto. El templo es bastante viejo, pero su figura alargada tan característica y el hermoso jardín que lo rodea forman un conjunto difícil de olvidar. Pero no sólo el Byodoin hace famoso a Uji. Esta pequeña ciudad es también escenario de los capítulos finales de "Genji Monogatari", la historia de Genji, una muy antigua pieza en prosa japonesa. Ignorante como siempre, no la he leído, pero es muy famosa. El asunto es que en Uji todo recuerda a Genji Monogatari. Esculturas por aquí y por allá, placas recordatorias en los lugares mencionados en la historia, todo es mágico, porque la ciudad, que no es muy grande, conserva un aire de otra época, como si los personajes de la historia de Genji pudieran aparecer en cualquier momento. Caminar por los puentes sobre el río Uji, mirar esas montañas, con la niebla comenzando a bajar, fue una especie de experiencia mística. Es curioso, pero apreciar la naturaleza es algo que nunca me llamó demasiado la atención, pero acá en Japón he aprendido a mirarla un poco más, y Uji fue algo especial, realmente especial. Por supuesto, ahora tengo puras ganas de leer Genji Monogatari. Tendrá que ser en una versión en castellano, pero algo es algo. Y ahora que conozco bastante de Kyoto y visité Uji, reconocer esos lugares en el texto será como transportarse nuevamente a esta hermosa parte del mundo.

Saludos,

Víctor

P.S.1 Para los curiosos, el título de esta serie de historias, "Fukuoka Monogatari" no fue copiado de "Genji Monogatari", sino de "Tokyo Monogatari", película de Yasujiro Ozu.

P.S.2 Fotos en el próximo mail.