Hola de nuevo. Ya vamos en la tercera parte. Ánimo, falta poco. En cuanto a la cuarta parte, se va a demorar un poco. Mañana parto a una conferencia en Niza, y vuelvo el 1 de noviembre. Estaré leyendo mi correo (¡no en vano invertí tantas horas en instalar apache-ssl+imap+squirrelmail en mi computador!), pero escribir la cuarta parte tendrá que esperar.

a bientot! / mata ato de / see you / nos vemos

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Fukuoka monogatari

Capítulo 13. Matsuyama (tercera parte): Taihen!

¡Qué terrible!

La idea era pasar la tarde del tercer día de conferencia en la zona del Dogo Onsen Spa, que tiene el honor de ser el más antiguo de Japón, con una historia de (¡atención!) 3000 años. La leyenda cuenta que una garza malherida de una pata llegó a esta zona, se metió al agua, y se curó. Quienes la vieron la imitaron, y el lugar rápidamente se hizo popular.

Pero además de ser el origen de la tradición del onsen en Japón, Matsuyama es famosa por ser la ciudad donde una de las novelas más populares de Japón se desarrolla, y donde su autor vivió y se inspiró para escribirla: "Botchan". La verdad no tengo idea de qué se trata la novela, pero es muy popular, y Matsuyama se enorgullece de ello. Cerca del Dogo Onsen se encuentra el "reloj Botchan", un reloj que cada vez que da la hora, se comienza a animar con figuritas que se mueven, y que son personajes de la novela.

Y, por supuesto, está el famoso "Botchan train", que le da un sello inconfundible a la ciudad. Esta pequeña locomotora verde, con sólo dos vagones, recorre la ciudad por los mismos rieles que los tranvías, y es una indiscutible atracción turística. Y es "Botchan" porque precisamente en la famosa novela se describe un paseo por la ciudad en una locomotora como ésa. Compramos los boletos en la estación de tranvía cercana al Dogo Onsen, y nos subimos. El viaje es realmente encantador. Ver acercarse a este tren con su vapor, el silbato para partir, el crujir de la madera del vagón durante el viaje, todo es no sólo un viaje por Matsuyama, sino un viaje al pasado también. En el Botchan train llegamos a la estación terminal, Shiekimae, y desde ahí regresamos a la zona del Dogo Onsen en tranvía, para continuar disfrutando de los pintorescos medios de transporte de la ciudad.

Así llegamos nuevamente al punto de partida, para entrar al onsen mas antiguo de Japon, el Dogo Onsen Spa. Digamos que fue toda una experiencia... para no repetir. Pagamos 300 yenes cada uno, y 120 Alejandro, por una hora, el plan más simple. Solamente meterse al agua con todos los otros visitantes en un baño común. Hay opciones más caras que incluyen tomar tecito, comer dulcesitos, y relajarse en salas especiales en el segundo piso. Así que pagamos, nos sacamos los zapatos, pagamos por una toalla y un jabón. Vamos por un pasillo. Aquí nos separamos. A la derecha las mujeres, a la izquierda los varones. Se entra entonces a una amplia sala con tatami, con espejos, ventiladores arriba, varios sillones, y lockers para la ropa (describo todo esto en detalle porque por supuesto no sería bien visto sacar fotos aquí). Uno se saca la ropa, olvidándose del estúpido pudor occidental, y entra por una puerta al famoso onsen, que es básicamente una piscina con agua caliente (28 grados según el termómetro que hay afuera). Lo primero que hay que hacer adentro es sentarse en unas minúsculas sillas, frente a sendos espejos, agarrar una de las duchas teléfono dispuestas, y bañarse. Como la tina de la casa, el onsen es para relajarse, no para bañarse, así que hay que entrar limpiecito. Cuando uno está listo se puede meter al agua caliente. Muy caliente. Despues del impacto inicial de la temperatura, uno se acostumbra y puede meterse. Pero la verdad es que es muy complicado quedarse. El calor era tanto que me empecé a sentir realmente mal, sudé mucho, y me empecé a marear, a sentir claustrofobia... Pensar en que tenía derecho a una hora (aunque habíamos quedado con Jacqueline en media hora solamente) me hacía sentir peor. Iban 10 minutos y ya me quería salir; sentía que iba a colapsar dentro del agua. Me decía que éste es un sitio con 3000 años de historia, y que cómo no iba a aguantar un poco más, así que hice todo mi esfuerzo por estar 15 minutos, pero los últimos 3 fueron un suplicio. Fue terrible. Finalmente, salí, me duché de nuevo, salí a la sala con tatami, me semi vestí, y ahí me quede, sentado bajo los grandes ventiladores, disfrutando del vientito para recuperarme. Estuve muy mal... Cuando salí Jacqueline ya estaba afuera... y le habia pasado exactamente lo mismo. Por lo menos no me sentí tan solo en mi debilidad.

Como sea, sufrimos, pero nos dimos el gusto de estar en el mismo lugar donde millones de personas y una garza se han metido desde hace 3000 años.

Lo que haríamos al día siguiente era una incertidumbre. Se anunciaba la llegada de un tifón, el número 21 del año, a Matsuyama, y eso significaba que cualquier paseo que quisiéramos hacer dependía de la cantidad de viento y lluvia que hubiera.

De eso, del último día de conferencia, y del regreso a Fukuoka, se tratará el último capítulo de esta serie.

Saludos,

Víctor